viernes, 21 de agosto de 2009

Visibles

Le Mayet d’École (Auvernia, Francia), 13 de agosto. Después de algunas horas conduciendo por el muy agradable centro de Francia llegamos a casa de un gran profesional, magnífico pensador y mejor amigo. Claudio y su esposa Donnatella nos esperan con los brazos abiertos (literalmente). Por una vez me he metido las formas en el bolsillo y he sucumbido a las ganas de verles y de compartir un par de días con ellos.

Con Claudio nos unen distintas cosas: la comunicación, la buena mesa, la afición por la tertulia –siempre en italiano por su parte, y siempre en español por la nuestra– y una cierta obsesión por hacer (intentamos) bien las cosas. Me gusta presentarle como matemático, aunque tanto como filósofo, creo. Con los años hemos trenzado una mistad que ha trascendido lo profesional, para pasar a lo personal e incluso a lo familiar.

Cuando nos vemos, lo primero que hacemos es ponernos al día. En qué estamos enfrascados, qué nos preocupa, cuáles son los retos. Y siempre surge algún tema en el que quedamos enrocados: el de esta ocasión fu el salto necesario de un triángulo a un rombo.

Ya hace mucho escribí que, también en términos personales pero sobre todo en términos de marca, somos lo que parecemos, por lo que hemos de trabajar muy duro en –al menos– parecernos a lo que queremos ser. Para ello, últimamente he estado utilizando lo que he nombrado como el Triángulo de la Comunicación. Un triángulo resultado de la evolución de los aspectos básicos a tener en cuenta para lograr los mejores resultados en la planificación de esa comunicación: audiencia, influencia y participación. O lo que es lo mismo, una masa crítica de individuos suficiente como para significar un hecho relevante; una capacidad elevada de generación de un estado de opinión acerca de lo que nos mueve y, finalmente, la posibilidad real de materializar el cambio promovido. Todo muy bien, pero posiblemente insuficiente.

Ante un jardín inmenso y más bien mediterráneo por su espíritu (irregular, libre, con una cierta dosis de espontaneidad…) andábamos hablando de todo ello, cuando llegamos a la convicción de que teníamos que incorporar un nuevo elemento al triángulo. Teníamos que convertirlo en un rombo en el que el vértice superior fuera la visibilidad (imprescindible para poder generar conocimiento), de la que nacieran dos ángulos igualmente importantes (audiencia e influencia) que dieran lugar a un punto final, consecuencia de todos los demás: la participación. Obvio o no, una forma ordenada de combinar todos los elementos necesarios en el proceso de comunicación: la creatividad, la gestión de los touchpoints, el tratamiento de la comunicación no publicitaria y el deseado call to action.

Sí, es fácil. Pero ¿por qué tenía que haber sido complicado? ¡Benditas vacaciones!

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