jueves, 28 de agosto de 2008

Dudas

Por muchos años que uno tenga (y ya son unos cuantos) sigue manteniéndose viva una duda que intranquiliza de forma más o menos constante: ¿cuánto influye el pensamiento previo en la elaboración y –sobre todo– en la obtención de una buena idea sobre la que sustentar un buen planteamiento de comunicación?¿cuánto pesa el razonamiento sobre la ejecución creativa? (me niego a reconocer la exclusividad creativa a un determinado segmento de la población aunque sea sólo por puro convencionalismo) ¿cuál es, en definitiva, la importancia de la estrategia?.
Posiblemente sean todas ellas preguntas ya respondidas por muchos o, simplemente, con muchas respuestas e interpretaciones posibles, no obstante creo que sólo una me satisface: sin estrategia es posible construir grandes piezas (a la vista está), pero es mucho más difícil construir grandes planteamientos que den respuesta a grandes necesidades. Lo he declarado en público y en privado desde hace ya mucho tiempo: prefiero actuar bajo la fórmula CCC (Con Conocimiento de Causa) que con la fórmula APH (A Puto Huevo).
Llámeseme clásico o incluso periclitado si se quiere, pero es lo que tiene creer en algo: se acaba declarando.
La comunicación, aun la de menor rango, responde a la voluntad de establecer una determinada relación entre dos elementos, sean éstos los que se quieran. Una relación y no otra. Algo que responde a una determinada voluntad y no a otra. Algo que persigue un determinado efecto y no otro. Algo, por tanto, que tiene que estar sujeto a un determinado objetivo y no a otro. ¿Es esto la negación de la espontaneidad? No. Es el reconocimiento de que la comunicación es proactiva y la espontaneidad puede ser tremendamente reactiva: a un impulso, a una situación, a una provocación… A veces la naturalidad puede ser simplemente ignorancia.

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