miércoles, 27 de agosto de 2008

Septiembre

Si. Ya lo sé. Todavía es agosto y -en el mejor de los casos- todavía hay quien está de vacaciones. Pero es inevitable. Septiembre ya está ahí. Amenazante, tal vez. esperanzador, posiblemente.

Y yo con estos pelos.

Parece que los cambios son momentos propicios para los buenos propósitos: los de año, los de siglo, los de estación, los de empresa... Y yo no he podido negarme también a ello: en televisión han empezado las campañas de coleccionables aprovechando esta renovada voluntad de adquisición de nuevos hábitos que nos hagan sentir mejores (o que nos ayuden a aislarnos de lo que no nos convence, no ya de lo que no nos gusta), y yo he empezado esta nueva aventura de poner blanco sobre negro (je, je) algunos pensamientos.

Pero el objetivo era hablar de comunicación. No exactamente de mis intenciones de escritura. Vamos a ello.

Hace escasos días he podido adquirir un libro en que se refleja una parte (mínima, como es de suponer) de Banksy. Para los desconocedores, uno de los más famosos grafiteros del mundo, a pesar de seguir escondiendo su apariencia.


A través de sus dibujos he podido constatar con qué contundencia se puede hablar sin tener que mediar palabra alguna. Silencio, se habla. Con qué sencillez transmite aquello que quiere transmitir y con que fuerza comunica la idea central que le bulle. Alguien muy próximo a mí me dijo una vez que los mejores spots eran aquellos que, sin necesidad de tener la voz puesta, eran capaces de transmitir, de comunicar aquello para lo que habían estado creados. Supongamos que ello es verdad. Supongamos que con la imagen nos basta.

Si es así Banksy es uno de los mejores comunicadores a los que podemos acceder. Directo, claro, transgresor, enigmátco a veces, potenciador de la obra en contraposición al culto a su creador, dominio del escenario, utilización precisa de los medios.

Comunicación en estado puro. Aunque la expresión sea tremendamente manida.

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