viernes, 27 de noviembre de 2009

Michelin

Acabo de ver las imágenes de los hermanos Roca, junto con todo el equipo de su restaurante, celebrando su tercera estrella Michelín y ello me ha llevado a una reflexión que, creo, tiene todo el sentido en el momento en que nos encontramos.

Veamos. ¿Dónde reside la causa por la que estos hermanos de Girona han sido galardonados por la prestigiosa guía? ¿En su capacidad por plantear una concepción de la cocina propia? ¿En la calidad de sus platos? ¿En su puesta en escena? ¿En un trato especial hacia sus clientes? ¿En nada de todo ello? ¿En todo?

Seguro que no existe una única causa que haya hecho inclinar a los jurados (si así se han de llamar a los responsables de la concesión) a su decisión y sí, en cambio, un conjunto de ellas, aunque con una especial atención a la calidad final de toda su propuesta.

¿Dónde reside la causa de una posible calificación al más alto nivel de una propuesta comunicativa? ¿A la estrategia? ¿A la creatividad? ¿A su difusión? ¿A la valentía? ¿A la audacia? ¿Al servicio? Igual que en el caso del Celler de can Roca, la causa no es única sino que reside en el conjunto. Pero también como en el caso del restaurante, la ejecución final de la comunicación es capital a la hora de juzgar: vender por separado una de las partes que la hacen memorable, relevante, apreciada puede ser posible, pero también puede que sea insuficiente. Es difícil vender la comunicación por partes.

La causa, como en el caso de la mejor de las orquestas, posiblemente esté en la armonía. En una suma no algebraica de elementos que se van yuxtaponiendo a medida que vamos siendo conscientes de las necesidades, de las conveniencias o de las posibilidades que existen alrededor de quien se ha propuesto llegar a su público (ya se trate de un producto o de una marca). Todo ello centralizado en un único criterio (compartido, múltiple, poliédrico, como queramos, pero único) que ha de conducir todo un conjunto de acciones en aras de un objetivo común: alcanzar a un público a través de un mensaje que le haga reaccionar de la forma deseada. Un mensaje con mil formas, con mil procedencias, distribuido a través de mil canales, pero respondiendo a un único fin.

En esta nueva etapa quiero eso. Quiero ser capaz de plantear, pero también de vertebrar. Quiero que las propuestas puedan ser materializadas, tangibles. Quiero someterme al juicio de quienes más me importan: las personas a quienes dirigimos en cada caso nuestro trabajo. Y quiero hacerlo de la mano de los mejores colaboradores. Porque sumar me gusta mucho más que restar. Sobre todo cuando hablamos de talento.

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